¿Por qué no enseñar filosofía?
Quizás por no haberse llevado a cabo en nuestro país una rigurosa y profunda reflexión sobre los fines de la educación, nuestro sistema educativo padece desde hace tiempo un constante cambio de leyes claramente perjudicial. Además, a pesar de las solemnes declaraciones de principios que encabezan cada decreto educativo, en la práctica se ha terminado por aceptar que la enseñanza secundaria constituye únicamente el primer eslabón de la preparación para el ejercicio de una profesión. Con ello se olvida que en la propia Constitución Española se establece que «la educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad», lo cual, evidentemente, comprende mucho más que la adquisición de los conocimientos necesarios para desempeñar en el futuro un determinado puesto de trabajo. En efecto, aun cuando la anterior afirmación posea la brevedad propia de un artículo constitucional, parece dar a entender la educación integral de la persona debe incluir una formación cultural lo más sólida y amplia posible, que le permita ser un ciudadano libre y crítico, capaz de comprender la realidad, de pensar por sí mismo en el mundo en que vive, y también de disfrutar en su tiempo de ocio de las más elevadas creaciones humanas: las ciencias, las humanidades y el arte.
Desde este punto de vista, la iniciación a la filosofía posee una importantísima dimensión educativa, ya que ofrece los fundamentos necesarios para la reflexión racional sobre los principales problemas de la existencia personal, de las relaciones sociales y de la vida política, así como la base para una interpretación global del resto de los saberes y las demás expresiones culturales. Pese a ello, en nuestro país la presencia de la filosofía en la enseñanza secundaria ha disminuido con el paso del tiempo, tanto por la reducción de las horas lectivas que se le asignan como por su sustitución por nuevas materias. No es fácil explicar sucintamente la tortuosa evolución de la enseñanza filosófica en la educación secundaria. Tampoco resulta posible resumir las diferencias existentes al respecto entre las legislaciones autonómicas. Por tanto, el siguiente resumen contendrá algunas imprecisiones a fin de evitar que el exceso de detalles dificulte la comprensión de lo esencial: la arbitrariedad de las medidas adoptadas en relación con la enseñanza de la filosofía.
En la época de la LGE (1970), todo estudiante de bachillerato estudiaba cuatro horas semanales de Filosofía y cuatro de Historia de la Filosofía. Posteriormente, en el año 1980, se implantó la asignatura de Ética —concebida únicamente como mera alternativa a la Religión Católica—, cuya enseñanza se encomendó al profesorado de Filosofía. Al implantarse la LOGSE (1990), se mantuvo la asignatura de Filosofía como obligatoria en todas las modalidades con una carga horaria semanal mínima de dos horas; pero la Historia de la Filosofía —también de dos horas lectivas semanales como mínimo— pasó a ser una materia propia tan sólo de la modalidad de Humanidades y Ciencias Sociales. No obstante, a pesar del reducido número de horas de clase indicadas en la legislación de ámbito estatal, a la hora de aplicar esta ley educativa, algunas comunidades autónomas asignaron tanto a la asignatura de Filosofía como a la de Historia de la Filosofía cuatro horas de clase a la semana. En cuanto a la Ética, si bien se estableció como una materia obligatoria para todos los alumnos de dos horas lectivas semanales, no se le atribuyó un carácter nítidamente filosófico.
En el año 2002 se aprobó la LOCE. En relación con la enseñanza de la filosofía, dicha ley recogió la mayoría de las enmiendas parciales realizadas durante los años 2000 y 2001. Así, la Ética se consolidó como una iniciación a la filosofía práctica para todos los alumnos de enseñanza secundaria y a la par en una materia con carácter propedéutico respecto de las materias filosóficas de bachillerato. Por otra parte, la Filosofía y la Historia de Filosofía se establecieron como materias comunes a todas las modalidades de bachillerato. Sin embargo, aunque su carga horaria mínima siguió siendo de dos horas lectivas semanales respectivamente, esta vez la tendencia general fue asignarles tres horas de clase a cada una en vez de cuatro.
El anteproyecto de la LOE (2005) suponía, en primer lugar, la sustitución de la Ética y de la Filosofía por la Educación para la Ciudadanía, y, en segundo lugar, la eliminación de la Historia de Filosofía en la modalidad de Humanidades y Ciencias Sociales. Finalmente, después de una difícil negociación, en la redacción definitiva de la LOE (2006) se sustituye la Ética por la Educación ético-cívica. Dicha asignatura, cuya enseñanza, en principio, no les corresponde de modo exclusivo a los departamentos de Filosofía, dispondrá de una o dos horas lectivas, dependiendo de lo regulado por cada comunidad autónoma. En cuanto a la Filosofía, se transforma en una materia denominada Filosofía y Ciudadanía con un mínimo de dos horas de clases a la semana. Por último, todo bachiller estudiará la asignatura de Historia de Filosofía, cuya carga horaria semanal es igualmente de dos horas. Por consiguiente, además de que los contenidos estrictamente filosóficos de los programas disminuyen notablemente, la suma de horas lectivas de materias relacionadas con la filosofía a lo largo de la enseñanza secundaria puede reducirse a solamente cinco si así lo decretan las legislaciones autonómicas.
Así pues, la conclusión que se extrae de este proceso tan brevemente descrito es que las asignaturas de carácter filosófico tienden, o bien a desaparecer, o bien a convertirse en nuevas materias cuya enseñanza será casi imposible dado el reducido número de horas lectivas del que se dispondrá para ello. Por supuesto, es indiscutible que las leyes que han conducido paulatinamente a esta situación han sido aprobadas democráticamente. Sin embargo, también resulta evidente que, al elaborarlas, se ha ignorado que la filosofía contribuye de un modo insustituible al «pleno desarrollo de la personalidad» de los adolescentes. ¿No será que, en el fondo, éste ya no es el fin de la educación en nuestro país o que, en todo caso, sólo lo es para unos pocos privilegiados?
Quizás por no haberse llevado a cabo en nuestro país una rigurosa y profunda reflexión sobre los fines de la educación, nuestro sistema educativo padece desde hace tiempo un constante cambio de leyes claramente perjudicial. Además, a pesar de las solemnes declaraciones de principios que encabezan cada decreto educativo, en la práctica se ha terminado por aceptar que la enseñanza secundaria constituye únicamente el primer eslabón de la preparación para el ejercicio de una profesión. Con ello se olvida que en la propia Constitución Española se establece que «la educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad», lo cual, evidentemente, comprende mucho más que la adquisición de los conocimientos necesarios para desempeñar en el futuro un determinado puesto de trabajo. En efecto, aun cuando la anterior afirmación posea la brevedad propia de un artículo constitucional, parece dar a entender la educación integral de la persona debe incluir una formación cultural lo más sólida y amplia posible, que le permita ser un ciudadano libre y crítico, capaz de comprender la realidad, de pensar por sí mismo en el mundo en que vive, y también de disfrutar en su tiempo de ocio de las más elevadas creaciones humanas: las ciencias, las humanidades y el arte.
Desde este punto de vista, la iniciación a la filosofía posee una importantísima dimensión educativa, ya que ofrece los fundamentos necesarios para la reflexión racional sobre los principales problemas de la existencia personal, de las relaciones sociales y de la vida política, así como la base para una interpretación global del resto de los saberes y las demás expresiones culturales. Pese a ello, en nuestro país la presencia de la filosofía en la enseñanza secundaria ha disminuido con el paso del tiempo, tanto por la reducción de las horas lectivas que se le asignan como por su sustitución por nuevas materias. No es fácil explicar sucintamente la tortuosa evolución de la enseñanza filosófica en la educación secundaria. Tampoco resulta posible resumir las diferencias existentes al respecto entre las legislaciones autonómicas. Por tanto, el siguiente resumen contendrá algunas imprecisiones a fin de evitar que el exceso de detalles dificulte la comprensión de lo esencial: la arbitrariedad de las medidas adoptadas en relación con la enseñanza de la filosofía.
En la época de la LGE (1970), todo estudiante de bachillerato estudiaba cuatro horas semanales de Filosofía y cuatro de Historia de la Filosofía. Posteriormente, en el año 1980, se implantó la asignatura de Ética —concebida únicamente como mera alternativa a la Religión Católica—, cuya enseñanza se encomendó al profesorado de Filosofía. Al implantarse la LOGSE (1990), se mantuvo la asignatura de Filosofía como obligatoria en todas las modalidades con una carga horaria semanal mínima de dos horas; pero la Historia de la Filosofía —también de dos horas lectivas semanales como mínimo— pasó a ser una materia propia tan sólo de la modalidad de Humanidades y Ciencias Sociales. No obstante, a pesar del reducido número de horas de clase indicadas en la legislación de ámbito estatal, a la hora de aplicar esta ley educativa, algunas comunidades autónomas asignaron tanto a la asignatura de Filosofía como a la de Historia de la Filosofía cuatro horas de clase a la semana. En cuanto a la Ética, si bien se estableció como una materia obligatoria para todos los alumnos de dos horas lectivas semanales, no se le atribuyó un carácter nítidamente filosófico.
En el año 2002 se aprobó la LOCE. En relación con la enseñanza de la filosofía, dicha ley recogió la mayoría de las enmiendas parciales realizadas durante los años 2000 y 2001. Así, la Ética se consolidó como una iniciación a la filosofía práctica para todos los alumnos de enseñanza secundaria y a la par en una materia con carácter propedéutico respecto de las materias filosóficas de bachillerato. Por otra parte, la Filosofía y la Historia de Filosofía se establecieron como materias comunes a todas las modalidades de bachillerato. Sin embargo, aunque su carga horaria mínima siguió siendo de dos horas lectivas semanales respectivamente, esta vez la tendencia general fue asignarles tres horas de clase a cada una en vez de cuatro.
El anteproyecto de la LOE (2005) suponía, en primer lugar, la sustitución de la Ética y de la Filosofía por la Educación para la Ciudadanía, y, en segundo lugar, la eliminación de la Historia de Filosofía en la modalidad de Humanidades y Ciencias Sociales. Finalmente, después de una difícil negociación, en la redacción definitiva de la LOE (2006) se sustituye la Ética por la Educación ético-cívica. Dicha asignatura, cuya enseñanza, en principio, no les corresponde de modo exclusivo a los departamentos de Filosofía, dispondrá de una o dos horas lectivas, dependiendo de lo regulado por cada comunidad autónoma. En cuanto a la Filosofía, se transforma en una materia denominada Filosofía y Ciudadanía con un mínimo de dos horas de clases a la semana. Por último, todo bachiller estudiará la asignatura de Historia de Filosofía, cuya carga horaria semanal es igualmente de dos horas. Por consiguiente, además de que los contenidos estrictamente filosóficos de los programas disminuyen notablemente, la suma de horas lectivas de materias relacionadas con la filosofía a lo largo de la enseñanza secundaria puede reducirse a solamente cinco si así lo decretan las legislaciones autonómicas.
Así pues, la conclusión que se extrae de este proceso tan brevemente descrito es que las asignaturas de carácter filosófico tienden, o bien a desaparecer, o bien a convertirse en nuevas materias cuya enseñanza será casi imposible dado el reducido número de horas lectivas del que se dispondrá para ello. Por supuesto, es indiscutible que las leyes que han conducido paulatinamente a esta situación han sido aprobadas democráticamente. Sin embargo, también resulta evidente que, al elaborarlas, se ha ignorado que la filosofía contribuye de un modo insustituible al «pleno desarrollo de la personalidad» de los adolescentes. ¿No será que, en el fondo, éste ya no es el fin de la educación en nuestro país o que, en todo caso, sólo lo es para unos pocos privilegiados?